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TIOVIVO ELECTORAL

Actualizado: 25 oct 2020

Hoy he tenido una larga conversación interna entre mi "yo ingenua", que piensa que el mundo es inusitadamente maravilloso, que canta a pleno pulmón "listen to your heart", de Roxette, y que incluso guarda una libreta de Mr Wonderful (en secreto, porque dañaría irreparablemente mi reputación de gruñona) y mi "yo resentida con la existencia", que es una quejica insoportable y deprimente que escucha canciones de James Blunt y se cuestiona los grandes porqués de la existencia humana. Esta vez, "mi yo resentida" ha ganado el pulso.


Aquí os dejo el resultado:


España, un país abandonado a la juerga electoralista sin fin




En El arte de la mentira política, el polímata escocés John Arbuthnot hace una crítica mordaz de los dos partidos hegemónicos de la Inglaterra del siglo XVIII. Partiendo de que existe una disposición fisiológica del ser humano al engaño, este escritor satírico define la política como "el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con un buen fin". Así, junto a la "mentira calumniosa" o a la "mentira por aumento", refiere la "mentira por traslación", que es la que transfiere el demérito de una mala acción a los demás. En España lo ejemplifican día a día nuestros políticos.

Para negar tamaña evidencia, reaccionan con la desenvoltura que Jonathan Swift, coetáneo de Arbuthnot, aleccionaba en sus Instrucciones a los sirvientes: "Cuando hayas cometido una falta, muéstrate siempre insolente y descarado, compórtate como si fueras la persona agraviada". Esto sí que lo tienen bien aprendido e interiorizado los políticos españoles.


Los votantes no tienen tiempo ni ganas de leer la prensa para investigar el litigio a fondo e analizar todas las declaraciones y maniobras secretas del presidente en funciones y sus compañeros de fiesta. Además, el mayor de los mentirosos cuenta con incontables crédulos en sociedades teleadictas con memoria de pez, cuya retentiva de homo videns dura lo que va de un telediario a otro.


Se votó al PSOE para que gobernaran, sí, pero sobre todo para evitar un trío de derechas peligroso

En su momento, se votó al PSOE para que supiera pactar, esto es, en definitiva, hacer política. Se les ha ofrecido una segunda oportunidad después del fracaso de 2016 y, aún así, pretenden atenuar su culpa con un intercambio de acusaciones, una afición en la que ya son veteranos los tronistas del gobierno.


Se votó al PSOE para que gobernaran, sí, pero sobre todo para evitar un trío de derechas peligroso. Ya se sabe que últimamente se lleva eso de “entre lo malo, lo menos malo”, esto es, escoger por descarte entre todo lo pútrido lo que huela menos mal para que la porquería se nos eche encima de la manera más indulgente posible.


La ausencia de pactos políticos entre nuestros dirigentes tiene en vela a todos los españoles. Teniendo en cuenta que este sentimiento de desencanto conserva un paralelismo ofensivo con la situación política de la Restauración, el progreso se nos presenta más bien como un espejismo para contentar a la ciudadanía. Detrás, la verdadera plaga que azota nuestro tiempo: no creemos en los políticos. La presente democracia demanda políticos que representen unas ideas claras y firmes y cuya misión sea la búsqueda incesante del bien común, no politicuchos que se preocupan por su cartera y cuyos principios van variando según los resultados electorales. Se ha perdido el sentido de servicio a la sociedad que ha de ir inherente al cargo político.


La cuestión aquí es si sabemos jugar a la pluralidad

Y el eterno debate: ¿bipartidismo o multipartidismo? En otras palabras, ¿gobernabilidad o representatividad? ¿Queremos un gobierno poco representativo pero eficiente en la creación de leyes o un sistema multipartidista que dé cabida a todas las ideologías pero donde gobernar sea misión imposible porque no se aprueban leyes? Mayor representatividad no es igualmente proporcional a calidad democrática si no existe voluntad de negociación entre las élites políticas.

La cuestión aquí es si sabemos jugar a la pluralidad. A estas alturas, es evidente que el fuerte de nuestros dirigentes no es buscar consensos, y ya no hablemos de encontrarlos. Llegados a este punto, tal vez España no estuvo ni está aún preparada para un diálogo real, por lo que, desgraciadamente, el bipartidismo se presenta como la opción más viable.


En resumen, el deseo común de todos los votantes es que se pongan de acuerdo, pero nuestros representantes desoyen o atajan, muy elegantemente y con mucha carisma, eso sí, nuestras peticiones. Curioso, siendo generosos, teniendo en cuenta que son precisamente esos votantes los que les mantienen en su trono y les permiten seguir con la fiesta. Llegados a este punto, ¿dónde está esa democracia de la que presumen?


Quien dé su brazo a torcer ganará el pulso; la victoria de la sensatez

Puede que se deba a un mero problema de ignorancia. Tal vez los políticos deberían releerse la teoría del contrato social y recordar, así, que es la voluntad humana y no la fuerza la base de la legitimidad de un gobierno, y que el derecho y no el mero poder es la base del orden político. Hobbes, Locke y Rousseau estarán ahora mismo revolviéndose en sus tumbas, o observándonos desde lo alto, y preguntándose cómo no hemos apartado ya la enorme piedra con la que no dejamos de tropezar. Algún día nos partiremos el cuello y se acabará la juerga.

Yo les propongo, señores políticos, que recojan estas ideas e ideen una tesis al respecto. Complicado, sin embargo, teniendo en cuenta su drogadicción por Wikipedia, y el plagio en general, de consumo fácil.


En mi opinión, realmente, quien dé su brazo a torcer ganará el pulso; la victoria de la sensatez.



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