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El Museu del Disseny presenta “El cuerpo vestido”, un recorrido por la historia de la moda

Actualizado: 25 oct 2020

La exposición “El cuerpo vestido. Siluetas y moda” es un testimonio de la transformación que ha vivido la ropa desde 1550 hasta la actualidad.


La moda sobrevive a todas las hecatombes mundiales, acoplándose al momento histórico con la naturalidad y la soltura con la que un Delphos envuelve la figura femenina. Este vestido, firmado por Mariano Fortuny, es uno de tantos diseños a los que se rinde homenaje en la exposición “El cuerpo vestido. Siluetas y moda” del Museu del Disseny de Barcelona. Nombrada uno de los 116 iconos turísticos de Cataluña, la exposición ha sido impulsada por la Dirección General y la Agencia Catalana de Turismo, el Fomento de las Artes Decorativas (FAD), el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y el Instituto de Estudios Catalanes (IEC).


Tras meses de cierre forzoso debido a la crisis sanitaria, los museos han reabierto sus puertas, reivindicándose como protagonistas de la vida cultural de la Ciudad Condal. En España, la pandemia se ha llevado más de un tercio de los ingresos del sector cultural este año, según el Informe elaborado por el Observatorio de la Cultura. Existe, sin embargo, un elemento social que fluye irrefrenable a través de las épocas, con la seguridad de aquello que es inherente a la existencia humana, aunque se modulen las formas y los colores: la moda. Todo un consuelo para las fashion victims en tiempos de coronavirus.


El Museu del Disseny de Barcelona se erige imponente en la Plaça de les Glòries. Al entrar, la recepcionista nos recibe con una sonrisa. Últimamente, el edificio no acoge a demasiados visitantes y, al subir por las escaleras mecánicas hasta la tercera planta, donde se ubica la exposición, advertimos que estamos solos en la galería. Una luz tenue, respetuosa con los retazos de historia que permanecen inalterables tras las vitrinas, nos da la bienvenida al cruzar la entrada.


“El cuerpo vestido. Siluetas y moda”


En todas las vitrinas hay una réplica de los mismos elementos: los trajes de la época, la estructura interior de la silueta de los vestidos y una pieza pictórica que hace referencia a la etapa representada. Además, existe un diálogo entre el momento histórico y la actualidad a través del modelo de un diseñador actual que homenajea la moda de ese tiempo.


Recorremos los pasillos siguiendo la cronología. Desde la pose hierática y el vestido negro de los siglos XVI y XVII, que nos transportan a la era de los corsés, los tontillos y los guardainfantes, hasta la silueta rectílinea, inspirada en las pléyades grecorromanas, que se impone tras la Revolución Industrial. A finales del siglo XIX, se introduce el “vestido tapicero”, cuyos bordados intrincados enseguida recuerdan a los cortinajes burgueses. La moda masculina no sufre grandes cambios. Los maniquís presentan un porte altivo, vestidos con trajes de tres piezas y sombreros de copa.


Al llegar al siglo XX, los vestidos de los años 20 nos transportan a una de las fiestas de El Gran Gatsby. Si hay algo icónico en esta década de glamour y liberación, son las flappers. Los vestidos se adaptan a esa imagen andrógina de la mujer que baila jazz, fuma, conduce y se corta el pelo al estilo “Eton Crop”, el corte bob más atrevido del momento. Al contrario, la indumentaria austera de las tres décadas posteriores, refleja el clima sombrío, la precariedad económica y el conservadurismo en Europa de los años de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial.


Una de las perlas de la exposición es sin duda la colección de 1950 de Cristóbal Balenciaga. Citando al fotógrafo y modista Cecil Beaton, “si Dior es el Watteau de la costura (lleno de matices, chic, delicado y oportuno), entonces Balenciaga es el Picasso de la moda porque, como el pintor, Balenciaga guarda un profundo respeto por la tradición y posee un depurado estilo clásico que subyace a todos sus experimentos con lo moderno”.


Hacia el final de la visita, los escaparates que se extienden a lado y lado del pasillo reflejan la esencia del prêt-à-porter, la producción en serie, fruto de la globalización, que compite con la alta costura francesa. “La manera de vivir que permite la existencia de la alta costura no existe ya: la alta costura es un lujo que resulta imposible en nuestra época”, afirmaba Balenciaga.


La opción virtual


A raíz del confinamiento el museo propuso una visita virtual en la que se pueden apreciar las piezas más destacadas de la colección, como el vestido de corte francés (1760), el Delphos o el vestido Cola de pavo real de Balenciaga de 1958. Esta iniciativa forma parte del proyecto We wear culture, de Google Arts & Culture, en el que colaboran instituciones culturales de Nueva York, Londres, São Paulo, París y Tokio.


Los cambios de la moda y las plataformas para difundirla, como advierte Josep Pla en Un senyor de Barcelona (1951), “se producen a consecuencia de las condiciones de cada momento, no solo de orden económico, sino de todo orden”.




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